Wednesday, January 16, 2013

Abuela Carmen, QEPD


La que se alegró mucho el día que yo nací porque había sido „una niña“ - su primera nieta.

La que le ayudó a mi Mamá cuando se estrenaba en su etapa de madre primeriza. Le dio consejos invaluables como por ejemplo: „Dale masajes a esa chiquita – a ver si se le bajan los cachetes.“ (Ver referencia).

Luego cuando mi Mamá retomó su trabajo de tiempo completo como profesora de inglés en un colegio, mi Abuela Carmen era la que estaba ahí el día que me tuvieron que llevar a la casa porque me había caído en el patio de la escuela y me abrí la rodilla. También otro día que, regresando a la casa después de la escuela, había llovido tanto, que me caí en un caño lleno de agua.

Me pedía que le ayudara a hacer queques y hasta me sabía la receta de memoria. Era la que hacía los queques de cumpleaños, bautizos y primeras comuniones. 
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Le ayudé a hacer cajetas y hasta me jalé más de una torta en la cocina cuando le eché al arroz más agua de la cuenta. Un día se nos ocurrió meter al horno un molde de plástico „para que se secara más rápido“. ¡Por supuesto que se derritió!

Me dio a probar el café (a escondidas de mis papás) y cuando ellos salían de vez en cuando – por ejemplo, al cine – ella se quedaba cuidándome a mí y a mis hermanos, Alonso y Fernando. Ella me dejaba salir del cuarto para ver tele, hasta que oíamos el portón de la casa cuando mis papás venían de regreso.

Ella disfrutaba llevarme a los diferentes lugares desde que yo estaba pequeña y según me contaba ella misma, un día me puse a llorar porque no me gustó el „escándalo“ que hacían unos carismáticos con sus cantos y rezos. Tampoco me acuerdo de la vez que me llevó a la iglesia y yo furiosa, le tiré su libro de oraciones en medio de la nave central. Lo que sí me acuerdo es que un día de esos de mi preadolescencia, la enojé tanto que la hice llorar. No me acuerdo cuál fue la razón, pero creo que me acuerdo que me tuve que disculpar. Espero haberlo hecho. Después de eso, durante muchos años más allá de mi adolescencia, la consideré como mi mejor amiga.

Las dos disfrutábamos de que yo tenía permiso de mis papás para acompañarla a hacer mandados, arreglar las flores de la iglesia, dar clases de catecismo. Me enseñó a rezar el Rosario. Siempre pensamos que ella era la que me iba a preparar para mi Primera Comunión y al final sucedió que terminé haciéndola en Estados Unidos.

También la acompañaba cuando le iba a hacer encargos a su costurera, Lela. Incluso le ayudé a llevar la gran foto de su boda (con todo y marco) que normalmente guindaba de una pared, para que Lela viera el tipo de cuello que ella quería en una blusa nueva.

La acompañé varias veces a visitar a las familias de sus hermanos en San Roque de Barva y más de una vez hasta trabajé en el turno de las fiestas patronales del lugar.

Hacíamos un buen equipo: yo le ayudaba con la limpieza de la casa. Éramos unas expertas limpiando ventanas y yo me encaramaba en una escalera altísima para podar matas del jardín (antes de que llegara mi abuelo Alfredo a la casa). Cada vez que se le perdían las llaves, me pedía que le rezara a San Antonio. No le gustaba que la vieran mientras escribía o firmaba algún papel. Me ponía a tomar apuntes cuando veía alguna receta en „TeleClub“.

Hacía lo que mi Mamá jamás hubiera hecho: me llevaba a todo lado, incluso hasta a funerales. Una vez hasta terminé haciendo fila para ver un ataúd abierto. Cuando regresamos a la casa, me hizo prometerle que cuando ella muriera, su vela fuera sólo con el ataúd cerrado.

Siempre me gustaba escuchar sus historias: de lo orgullosa que estaba de haber trabajado para Don Alfredo González (expresidente de Costa Rica) y su esposa Delia. En su casa se veían cuadros del Corazón de Jesús, de la Virgen María y la foto de Don Alfredo G.
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Calculo que mi abuela estaba en sus 70´s u 80´s, cuando la escuché decir varias veces que había tenido una vida muy bonita. Incluso había viajado a EEUU, a Panamá y a Colombia.

Era una excelente cocinera. Además, estaba muy orgullosa de sus guarias moradas y le gustaban las flores, como las violetas. Más que su cumpleaños en abril, celebraba su onomástico, el Día de la Virgen del Carmen, en el mes de julio.
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Yo la admiraba en muchos aspectos y me parecía genial que aún siendo parte de la generación a la que pertenecía, se había casado a los 33 años. Tal vez inconscientemente, queriendo imitarla, me propuse hacer lo mismo y casi lo logro. Me casé a los 32.

La recordaré como una mujer vanidosa: durante muchos años se tiñó el pelo negro y nunca salía sin maquillarse y pintarse los labios. Con una vida social muy activa en la comunidad, especialmente como miembro de la „Legión de María“ y catequista. No heredé su amor por la cocina, ni por las plantas. Pero sus frases favoritas „Dios se lo pague“, „Dios la bendiga“, me quedan de recuerdo, junto con las tantas aventuras que disfrutamos juntas.

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„Doña Carmen“
Rosa del Carmen Villalobos Delgado (4 de abril, 1912 - 16 de enero, 2013)
A 78 días de su centenario

Le sobreviven su hija Olga Alicia y su esposo José, su hijo José Alfredo y su esposa Estela.
Sus nietos Mariluz, Alonso, Fernando; José Alfredo y Priscilla.
Su bisnieto Fabián, a quien conoció en el 2006 y tuvo la oportunidad de ver en varias ocasiones más. Siempre preguntaba: "Cómo está el chiquito?!"



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